El barrio colombiano de la colonia Roma, un pedacito de Colombia en la Ciudad de México

“Caminar es una virtud”, escribió alguna vez el novelista y escritor de viajes británicos Bruce Chatwin, pero caminar con mirada curiosa y los sentidos despiertos es una cualidad adicional que todo viajero Alternatrip debe desarrollar para dar con los lugares poco conocidos que se esconden en metrópolis como la Ciudad de México.

La colonia Roma, uno de los barrios con más historia y tradición de la capital mexicana esconden uno de estas joyas escondidas. Tomando como punto de partida el viejo Mercado Medellín, (cuyo nombre oficial es Melchor Ocampo) construido en 1931 y remodelado en 1964, es posible encontrar el punto de partida de un universo paralelo dentro del DF. Dentro de sus pasillos, inmigrantes de países como Colombia, Venezuela, Cuba, Brasil, Perú, Argentina y República Dominicana coinciden para adquirir productos típicos y materias primas tan poco comunes como: arepas, uchuva, angú, ají, arepas, frijol rojo, ron cubano y café colombiano.

A unos metros del Mercado, sobre la avenida Medellín, varios locales con la bandera colombiana aparecen a simple vista. Se trata de una serie de restaurantes que ofrecen toda clase de productos de la región, en los que además es posible encontrar pan dulce típico, bebidas frescas y embotelladas y toda clase de productos de la región. Un verdadero barrio colombiano dentro de la Ciudad de México.

Son varios los locales gastronómicos instalados ahí, algunos de ellos tienen nombres tan alusivos y sugerentes como Macondo, Dulce Jesús mío, Ciénega y Pollos Mario, este último se distingue por su servicio de panadería colombiana y su receta de pollo frito originaria de pueblito paisa en Medellín, Colombia.

Ante una oferta tan suculenta, decidimos acercarnos para explorar una carta en la que el Sancocho, las arepas rellenas de queso y carne y el ajiaco. Sin embargo, la generosa bandeja paisa con pollo, frijol rojo, morcilla, arroz, chorizo a las hierbas y plátano frito fue una opción difícil de rechazar. Todo este manjar por sólo $80.

Para acompañar, nada como una jarra de agua fresca de maracuyá, Guanábana o Mora y una selección musical de cumbias colombianas. Si uno afina un poco más el oído descubrirá que en las mesas contiguas abundan conversaciones en las que términos como “parce”, “vueltica” y “¿cómo así?” en un acento netamente colombiano nos revela que al entrar a este pedacito de Colombia, uno termina siendo el extranjero.

Viajar es abrirse a lo desconocido, experimentar nuevos aromas y sabores sin la necesidad imperante de trasladarse a grandes distancias. El barrio colombiano de la Ciudad de México es una oportunidad increíble para entrar a otro país sin salir de la patria, es más sin salir de tu propia ciudad.