Quien ha viajado, sabe lo difícil que es transformar en palabras la emoción de conocer un país nuevo. ¿Qué es exactamente lo que uno recuerda al enfrentarse por primera vez a una cultura distinta? ¿Qué se queda en la memoria de esas experiencias que desesperadamente buscamos perpetuar por medio de videos y fotos?
Pienso en eso a la hora de escribir esta reseña sobre mi primer viaje a Alemania, a dos años de distancia.
Todo viajero que ha visitado Berlín la recordará por siempre. Quien sólo la ha visto en fotos, películas y en las imagenes mentales de un libro, seguro anhela visitarla. Capital multifacética y camaleónica. Berlín es la capital imperial, la histórica, la encantadora, la pragmática pero también la tolerante. Berlín es la ciudad cien veces destruida y mil veces reconstruida. Berlín es hoy la ciudad de las bicicletas, de los jóvenes emigrantes y los árboles y los jardines que sanan sus heridas.
Berlín verde
La primera impresión que me causó Berlin fue la enorme cantidad de áreas verdes que rodean los límites de la ciudad y el clima frío y nublado que me recibió apenas bajé del avión. Viajé a finales de Mayo de 2015 proveniente de la ciudad de Roma, donde un calor húmedo me acompañó durante varios días, pero apenas llegué a la capital de Alemania tuve que ponerme un abrigo que no me quité durante varios días.
Capital abierta al viajero
La primer persona alemana con la que conversé en inglés fue un oficial del aeropuerto al que le pregunté si no necesitaba un sello de entrada al país en mi pasaporte. Su respuesta fue contundente: «This is not America, this is Europe. You dont need any stamp here».
El pueblo sobrio y gentil
La gente de Alemania es amable, pero sin exagerar. Un balance muy adecuado entre sobriedad y gentileza, la perfecta definición de un «buen anfitrión». Algo que se agradece sobremanera es que un gran sector de la población dedicada a los servicios básicos como el transporte son capaces de hablar en inglés. Lo descubrí en el primer autobús que tomé desde el aeropuerto hasta la zona de Alexanderplatz, donde se ubica el Hostel donde me hospedé.
La ciudad pobre pero sexy
Los berlineses han adoptado el mote de «Poor but Sexy» para referirse a su ciudad. Se trata de una clara referencia a las reminiscencias del urbanismo soviético y su evidente decaimiento desde la caída del régimen en 1985. Los enormes edificios de departamentos proliferan por la ciudad, muchos de los cuales han pasado de ser viviendas para convertirse en hoteles, negocios, clubs y departamentos en renta.
El idioma de las cicatrices
Berlin no es una ciudad particularmente bonita, pero tiene su encanto y mucha onda. Bajo la superficie reconstruida por ingleses, americanos y soviéticos al término de la segunda guerra mundial se esconde una vasta historia y en sus monumentos se pueden percibir la grandeza de un país que añguna vez fue un gran imperio. Desde el trayecto en autobús, de aproximadamente 45 minutos desde el aeropuerto hasta el centro de la ciudad puede ver la multiculturalidad que define al Berlin actual. Caucásicos, árabes y latinoamericanos han convertido a la capital alemana en una de las nuevas capitales culturales y musicales del mundo.
Herencia amarga
Alexanderplatz, un importante cruce de líneas de trenes subterráneos, tranvías y trenes de cercanías. La zona de Alexanderplatz corresponde a lo que fue el Berlín de Este, la capital de la antigua República Democrática Alemana influida por la política y filosofía soviética. En la actualidad, Alexanderplatz es una de las zonas preferidas de los viajeros gracias a su gran ubicación y a que se puede llegar a muchos de los principales atractivos de la ciudad caminando.
Alexanderplatz es un conjunto variopinto de recuerdos. Una fusión entre el futuro soviético de prosperidad, equidad y desarrollo tecnológico que nunca llegó y la contradictoria prosperidad del capitalismo que llenan las calles de autos Mercedes Benz y BMW´s con decenas de homeless y emigrantes.
La eficiencia alemana
En las paradas de autobús y del metro hay letreros digitales en el que se anuncia la próxima llegada. Y si el letrero dice que el siguiente tren llegará en 2 minutos, es porque llegará en 2 minutos, para los alemanes no hay falla.
Sin embargo, dentro de la funcionalidad alemana hay espacio para el calor humano. Una tarde lluviosa, tomé el autobús en la estación cercana al Humboldt Box con destino a la Alexanderplatz. Como me tardaba en encontrar las monedas para pagar mi viaje, el conductor me dijo en un perfecto inglés que no me preocupara, que el viaje era gratis porque sólo eran un par de paradas. ¿Cómo no amar a los alemanes?
Un país con respeto a las leyes
La primera vez que usé el metro en Berlín fue todo un choque cultural. Sencillamente porque no existen los torniquetes, cualquiera podría entrar tranquilamente a la estación y subirse al tren sin pagar un boleto. ¿Por qué no lo hacen? Porque para los alemanes el respeto a las leyes es un valor primordial. Aunque nada se los impide, cada persona compra su boleto e inmediatamente lo cancela antes de subir al vagón. Una lección de civismo que deberíamos aprender en otras naciones.
El clima
El clima de Berlín es un problema. Al menos así lo fue en mi primera visita. Aunque la mayor parte de los días que pasé en Berlín el sol coqueteaba con salir y en ocasiones hacia pensar en un día soleado, en un par de ocasiones terminé mojado bajo la lluvia.
Una mañana particularmente clara decidí salir a correr para recorrer los jardines del TierGarten, el arco del triunfo y la victoria alada pero a mi regreso, el clima cambió y comenzó a soplar terriblemente, por lo que terminé temblando de frío y con inicios de un resfriado que gracias a las bebidas vitamínicas que conseguí en una tiendita afortunadamente no se concretó.
Ciudad con sabor a sal y cerveza
Al menos en mi caso, fue un problema encontrar donde comer algo rico, práctico y económico en Berlin. Por más de 3 días mi dieta consisitió en hotdogs de a 2 euros de vendedores ambulantes, pretzels rellenos (a manera de sandwich) que se ofrecen en las estaciones del metro y Kebbabs árabes muy ricos, pero que no le llegan a nuestros deliciosos tacos. Ojalá la comida de Alemania tuviera la versatilidad y variedad de sus cervezas y vinos que se pueden encontrar desde 2 Euros en cualquier tienda de conveniencia.
Berlín la ciudad en eterna reconstrucción. La capital de la nación que aun en nuestros días se siente en deuda con el mundo y reconoce su pasado como un amargo aprendizaje que los convirtió en uno de los países más poderosos del mundo. Berlín, la ciudad que tiene como bandera un oso que se levanta airoso con la certeza de que quien la visita, jamás la olvida.
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