Por: Udare
Este mes me voy de acampada. Pero no de acampada a cualquier lugar, me voy de acampada a Serengeti.
He decidido que quiero vivir una experiencia única, quiero sentir sensaciones nunca vividas antes, quiero hacer un viaje diferente, un viaje que no lo olvide nunca.
Así que he preparado mi macuto y mi saco, y en dos semanas me voy a Tanzania. Llegaré a Arusha donde estarán esperándome a la salida del aeropuerto. Tengo previsto llegar a la mañana temprano, por lo que aprovecharé ese mismo día para hacer mi primer safari. Toda mi vida he imaginado poder viajar a África y ver con mis propios ojos esos paisajes y esa fauna que tantas y tantas veces he contemplado por televisión.
Así que ahí estaré, con el guía, el conductor y el cocinero, tres tanzanos que me acompañarán en esta aventura y que estoy seguro que en cuestión de horas se convertirán en amigos.
El primer parque en visitar será Tarangire. He oído hablar muy bien de él, sus grandes baobabs ofrecen un paisaje único, y sus manadas de elefantes y múltiples felinos esperan mi llegada. Estoy ansioso por sentirme inmerso entre tanta naturaleza, tanta vida y ser ahora protagonista de esos documentales que tantas veces vi desde mi sofá.
Esa primera noche la pasaré en un modesto alojamiento, tras muchas horas de vuelo, la primera noche quiero descansar sobre una cama.Al día siguiente temprano me levantaré, estoy seguro de que no me costará despertar, porque dudo que pueda dormir demasiado. Me siento como un niño la víspera de su cumpleaños, ansioso por levantarme y avisar a todos de que hoy es mi día, quiero ver qué sorpresas me deparan.
Por fin podré dejar de soñar y vivir, vivir mi primera experiencia en Serengeti, lugar que siempre me ha fascinado. En mi niñez me imaginaba poder recorrerlo, poder ver sus atardeceres, ver todos esos animales a mi lado, y ahora, ahora lo voy a ver, lo voy a oír, lo voy a oler, sí lo voy a vivir.
Será mediodía cuando cruce la puerta de Naabi junto a Ngorongoro. Ese día dormiré en camping público en Seronera, situado en el centro de Serengeti. Mi primera tarde de safari será por las sinuosas pistas, recorriendo su paisaje salpicado de acacias, hasta alcanzar el campamento donde pasaré mi primera noche, a la luz de la luna, y de la hoguera.
Cuando barajé la posibilidad de este viaje lo tuve claro, valoro la comodidad de un alojamiento con cierto confort, unas camas y una ducha caliente, pero al final consideré dejar las comodidades para otra ocasión. Quiero disfrutar de una experiencia auténtica, intensa e irrepetible, así que he optado por dormir de acampada.
Tras 3 horas de safari, contemplando impalas, gacelas, ñus, búfalos y leones, he de reconocer que estoy ansioso por llegar al campamento, montar mi tienda, ayudar a preparar una hoguera y acompañar al cocinero mientras cocina la cena. Esta es una de las mejores experiencias, vivir estos momentos con mis acompañantes y amigos, ver cómo cocinan, compartir mesa con ellos y conversar. Conversar sobre su naturaleza, su cultura, sus tradiciones, su tierra, les agrada ver que te interesas por conocer mejor a su pueblo y eso es uno de los momentos más enriquecedores del viaje.
Son las 10 de la noche, hemos cenado y la hoguera se va apagando. Escuchamos las hienas merodear cerca del campamento, el resto de campistas se han ido a dormir y ahora hay silencio, momento en el que las temerosas hienas ganan confianza para buscar los restos de la cena.
Decidimos retirarnos nosotros también, el guía me acompaña al servicio, linterna en mano, aunque no esté habituado, en esta ocasión prefiero ir acompañado.
Ahora de regreso, me meto en la tienda, cierro la cremallera y me cubro con el saco. El silencio recorre mis venas, escucho mi latido, he de reconocerlo estar aquí en mitad de la sabana, la oscuridad y los sonidos de la noche, me hacen sentirme extraño, una mezcla de respeto hacia la no visible y de satisfacción por sentirme afortunado de poder vivir este momento.
Son las 6 de la mañana, apenas he dormido, las hienas anduvieron en el campamento hasta que un león avisó de su presencia. Se hizo el silencio, un silencio inquietante que no me dejó dormir.
Los palomos posados sobre los árboles nos dan los buenos días, nunca antes me habían resultado tan agradables ni tan melódicos como en este paraje, seguro que a mi regreso a la ciudad me trasladarán a este instante cuando los escuche.
Salgo de la tienda y sin poder abrir los ojos inspiro con fuerza llenando mis pulmones. Olor a hierba húmeda del rocío de la noche con un ligero aroma a café, tengo el desayuno preparado.
Esto parece un sueño, pero no, hoy viviré lo soñado, el Serengeti ante mí.
Quedan dos semanas para el comienzo de mi viaje, pero ya lo estoy viviendo, lo estoy imaginando, lo estoy soñando, eso es lo que ocurre cuando te encuentras ante una experiencia que te llena de vida.
Los animo a que no lo piensen, se dejen llevar y vivan, porque sólo se vive una vez.
¡Ah y no lo olviden! en Udare los podrán ayudar a hacer este sueño realidad.
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