Salir del país siempre cambia la percepción de las cosas cotidianas. En mi caso, los viajes fuera del país comenzaron en una edad adulta, lo que me ha dado la oportunidad de saborear de una forma más serena los contrastes culturales que he experimentado.
Mi primer viaje fuera de mi país fue al pequeño, pero interesantísimo país de Belice. En algunas ocasiones ya había bajado a las playas del caribe cercanas a la frontera sur, pero fue durante un viaje a Tulum y Playa del Carmen que me aventuré a cruzar la frontera.
Las majestuosas playas de Tulum y sus complejos turísticos fueron el punto desde el cual decidí aventurarme al país con poca infraestructura turística, pero con un gran potencial aventurero. Aunque había estudiado bastante bien en algunos blog de viajes y en los foros de las guías Lonely Planet los requisitos para cruzar migración, los puntos de interés y las distancias y medios de transporte, fue un repentino espíritu aventurero el que me llevó a tomar el autobús nocturno hacia Chetumal.
Abordé mi autobús de ADO alrededor de las 9 de la noche y llegué a la central de autobuses de Chetumal alrededor de las 2 y media de la mañana. Como era de esperarse, la pequeña termimal de autobuses no registraba actividad, así que como pude me acomodé en una de las bancas y traté de descansar hasta las cinco de la mañana para buscar la Van que cruza la frontera por el cruce de Subteniente López.
En aquella ocasión, la Van que abordé realizaba una ruta comercial con rumbo final al pueblo de Las Flores en Guatemala, sin embargo, tenía programada una escala en la frontera con el fin de realizar los trámites de migración y más tarde en la ciudad de Belice City, una de las más grandes de la pequeña nación.
No sin muchos nervios subí a la Van y me percaté que casi ninguno de los pasajeros era mexicano. Franceses, canadienses, españoles y argentinos fueron los compañeros en ese primer viaje al extranjero musicalizado por el disco Legend de Bob Marley.
Tras una breve escala en el punto de migración de Belice, la Van comenzó su viaje por las carreteras rurales. Poco a poco, y en tan solo unos cuantos kilómetros el entorno urbano cambió totalmente, las casas de cemento de Quintana Roo se transformaron en casas al estilo californiano de madera notablemente deterioradas, los microbuses y autobuses de línea que abundan en Chetumal en Belice eran reemplazados por antiguos camiones escolares norteamericanos.
Lo único constante durante el viaje es el tipo de vegetación, aunque en ese lado de la frontera todo parece ser más fértil y más verde. Cabe destacar que las diferencias más notables son las humanas, ya que un gran número de habitantes del país centroamericano son de raza negra, oriental o maya. Un conjunto variopinto de culturas y lenguas en las que a menudo se pueden escuchar dialectos como inglés criollo, inglés o tsotsil maya.
Durante el viaje puede enfrentarme por primera ocasión a contrastes muy marcados de infraestructura económica. En Belice no abundan los grandes centros comerciales, sin embargo existe una libre competencia en la oferta de combustibles, pues es posible ver al lado de la carretera gasolineras de Texaco o Shell.
Aunque el destino final de la Van que me transportaba eran las inmediaciones de las ruinas de Tikal en Guatemala, yo preferí bajar en Belice City. La ciudad es mejor conocida por ser un punto de base para sitios de buceo profesional como el Blue Hole o como puerto de Cruceros internacionales, sin embargo, el sitio esconde algunos atractivos que vale la pena conocer.
Uno de los Museos principales de Belice está ubicado en la antigua prisión municipal de la ciudad. En su interior se registra un poco de todo: Algunos vestigios encontrados en las numerosas zonas arqueológicas Mayas, vestigios de la época de los piratas y de la joven nación desde las épocas del protectorado inglés.
En ese primer viaje en 2008, la experiencia me abrumó y ante un panorama sin demasiados días libres y presupuesto suficiente decidí regresar a Chetumal el mismo día en una de las muchas rutas colectivas que hacen el viaje en algo así como 4 horas.
Un segundo viaje en 2011 me llevó a vivir una experiencia alucinante en una de las zonas arqueológicas más impresionantes de Belice: Lamanai. Antes de mi viaje encontré una empresa llamada Jungle River Tours que ofrecía el servicio de tour saliendo desde la ciudad de Orange Walk.
Como su nombre lo indica, el tour que ofrece esta empresa incluye una ruta a través de un río hasta la entrada del sitio arqueológico. En el paseo es posible apreciar cocodrilos, murciélagos de agua, monos araña y las inmediaciones de las plantaciones de comunidades Menonitas y las instalaciones de algunos ingenios azucareros, que son la base de las principales industrias beliceñas.
Aunque también puede llegarse por tierra, a través de una carretera rural, el trayecto en bote es simplemente espectacular. Una vez en la zona, la llegada es impactante, pues los edificios mayas se encuentran dentro de una reserva que también opera como santuario de los monos gritones, quienes habitan lo alto de las ceibas.
La atmósfera que producen los gritos de los monos es muy especial. A la par, el recorrido va revelando los templos de los mascarones con sus rostros monumentales y el templo del jaguar.
Por su parte, el majestuoso templo alto, uno de los más altos de la cultura maya y desde donde es posible admirar la imponente jungla que circunda la zona arqueológica.
Cabe destacar que la infraestructura de Belice en términos de arqueologia es muy limitada, lo que es evidente al ver el gran número de montículos cubiertos por vegetación que permanecen sin restaurar en Lamanai. Con todo, la zona arqueológica es un punto que vale mucho la pena visitar y que engloba en su contexto geográfico toda una experiencia inolvidable.
Tal y como en mi primer viaje, regresé el mismo día a México con la certeza de que es posible hacer una excursión de este tipo en un solo día hospedándose desde la ciudad de Chetumal.
Para concluir este relato podría añadir que muchas veces la percepción del culture clash apunta hacia arriba, hacia los países más desarrollados que México, sin embargo, la frontera sur de México también ofrece contrastes culturales muy ricos y enriquecedores a los que su condición de ser poco conocidos los hace mucho más interesantes.
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