Por: Celia Rangel @RangelCelia / Fotos: Josafat de la Toba / @josafatdelatoba
Al llegar al Aeropuerto de la habana lo primero que resalta a la vista es el color rojo que abarrota cada pequeño espacio; rojo de revolución, de comunismo y las extremas medidas de seguridad que se aplican a cada visitante que pone un pie en ese país. Primero una fumigación masiva que más parece una cámara de gas, después perros olfateando las maletas y hasta a los pasajeros y por ultimo una entrevista persona por persona con agentes de aduana ¿Por qué viniste a Cuba? Cuánto tiempo? A que te dedicas? Y un largo etc…
Después de haber olvidado nuestras anotaciones previas sobre Cuba al salir corriendo de la casa y haber dormido una noche en el aeropuerto del DF debido a que el check in se hacía a las 4 am y de hacer una escala en el Salvador, por fin llegamos a la Habana aproximadamente a la 1 pm. Exhaustos decidimos pedir un poco de información en un puesto de información turística del gobierno… nuestro primer gran error. En ese momento caímos en las garras de una red de estafadores que solo durante nuestras primeras 3 horas de estancia en Cuba ya nos habían sacado 87 cuc (peso convertible que utilizan los turistas en Cuba que equivale aproximadamente a 13 pesos mexicanos o 1 dólar) de los cuales solo debíamos haber pagado 42. Primero la señora del puesto de información turística, el taxista, la casera del lugar donde nos hospedamos y un chico con quien nos topamos al caminar por la calle.
A la hora del atardecer hicimos una caminata por el malecón de la Habana, al final de ese día estábamos completamente confundidos, enojados y decepcionados después de tanto abuso en lo que apenas era nuestro primer día en Cuba, para ese momento nos preguntábamos si hubiera sido mejor no hacer ese viaje. Sentados en el Malecón, desconfiando de todo quien se atravesara en nuestro camino comenzamos a conversar con un chico de 16 años que observaba al igual que nosotros el atardecer completamente solo. Su nombre era Miguelito, nuestro primer amigo Cubano, quien nos explicó las reglas de juego, como usar la moneda, donde entrar, donde no, que preguntar y a quien… etc.
Los días posteriores fueron mucho mejores, poco a poco comprendíamos mejor como conducirnos. Los camiones de pasajeros o mejor conocidos como güagüas son tardados y no salen con frecuencia sin embargo cualquier persona que tenga auto particular están más que dispuestos a transportarte sin importar la distancia con tal de ganarse unas cuantas monedas debido a que el sueldo mensual de una persona promedio en Cuba es de entre 20 a 30 cuc, el equivalente a unos 250 a 400 pesos mexicanos. Así es como comenzamos a viajar en autos particulares, la mayoría modelos 1950 – 1960.
Cabe mencionar que en Cuba poco más del 50% de los autos son clásicos muy bien conservados. Al caminar por las calles te sientes desfasado en el tiempo también por otra razón; los cubanos no pertenecen a la generación de las cabezas agachadas por la sencilla razón de que los celulares únicamente se utilizan para hacer llamadas telefónicas, el internet es sumamente caro y lento, la media hora puede costar el equivalente a 5 dólares y muchas veces ese tiempo no es suficiente ni siquiera para haberte conectado. Caminas por las calles, entras a los restaurantes y bares y observas con deleite una visión que en nuestra sociedad desarrollada es cosa del pasado; la gente mira al frente, platican entre si con atención, juegan… hay una verdadera interacción y convivencia entre las personas gracias a la bendita ausencia del internet.
La parte más interesante del viaje fue sin duda Trinidad, un hermoso pueblo con 500 años de antigüedad de calles empedradas y casitas de colores con estilo colonial. En toda Cuba pero especialmente ahí, la gente permanece desde la caída del sol hasta el amanecer en los portales de sus casas con sus sillas mecedoras, mientras niños y adultos juegan juntos las canicas o futbol con balones sin aire que más bien parecen ser la herencia de los abuelos por lo viejos que son, cada cuadra un grupo de hombres jugando ajedrez o domino, las mujeres platicando el capítulo del día de la novela de moda (aman las novelas mexicanas siendo de los pocos programas que se transmiten en sus únicamente 4 canales).
Cada dos esquinas un hombre vendiendo hot dogs de puerco destazando al animal entero ante la vista atónita de los turistas. El folclor de la cultura es contagiable, la alegría, los gritos amigables de esquina a esquina, su manera de ir bailando por la vida. La gente al ver la cámara se juntan y posan, los que están dentro de la casa salen corriendo para también ser fotografiados, te gritan a lo lejos que los hagas famosos.
Un joven mulato se acerca sabiendo que somos mexicanos y con un acento netamente cubano comienza a cantar narcocorridos y a mencionar una lista de narcotraficantes muchos de los cuales ni siquiera habíamos escuchado nombrar. Nos platica que es fanático de la cultura del Narcotráfico pero cuando la señora de a lado menciona que toda su vida ha soñado con ir a México, él contesta de manera enérgica: usted no sabe lo que pide!! Allá matan a la gente, los narcos le cortan la cabeza!! Moraleja: El narcotráfico es divertido mientras no estés cerca de él jaja.
En el parque central una señora al parecer un poco dañada de sus facultades mentales juega sola al azar con una moneda – ¿Cara o sol?- Tira la moneda al aire y al caer estruendosamente se ríe de sí misma diciendo –perdiste, has vuelto a perder-.
Voy caminando por la calle y una mujer de edad avanzada me besa el hombro y acaricia mi cabello – Es para que me des vida y salud mi niña, mírame bien que la vida nos volverá a juntar. Disculpa que huela tan mal, tengo horas caminando, buscando un poco de jabón para bañarme –. Para la gente local los productos de higiene escasean, especialmente el jabón y shampoo razón por la cual algunas personas acostumbran acercase al turismo pidiendo de caridad alguno de estos productos.
Por otro lado para el turismo lo que escasea es el agua. Puedes caminar horas e ir de pueblo en pueblo sin encontrar una botella y no se diga agua fría que es casi imposible de encontrar y sabiendo la escases de la misma pueden vendértela a precios muy elevados. Hay momentos en que la necesidad de agua en medio de un clima extremadamente cálido puede llegar a ser desesperante.
Afuera de la terminal de autobuses siempre espera un anciano la llegada del camión para cargarle las maletas a algún viajero y ganar así algunas monedas. Al pasar por ahí nos hace una seña con la mano para que nos acerquemos y pregunta -¿De dónde son?… de México lo sabía!!- Saca una libreta escrita a mano por el donde tiene escritos poemas para cada estado de la República Mexicana describiendo con precisión sus características y lugares importantes – Waoo, usted ha viajado por todo México – le comento mientras él me responde – Yo soy un viajero imaginario mi niña, nunca he salido de Cuba – me quedo completamente perpleja, cualquiera que hubiera leído sus poemas juraría que ese hombre ha estado en cada uno de esos lugares y el hombre a su lado, otro anciano, menciona – Este hombre quizá sabe más historia de México que tú. Precisamente hace rato me platicaba de Emiliano Zapata y Francisco Villa – posteriormente nos pide nuestros nombres… Josafat y Celia, así se titula su nueva poesía.
Después de tres días en Trinidad parece como si conocieras al pueblo entero, al caminar por las calles la gente grita, México!! México!!. Sonrisas, buenos deseos y la despedida de un pueblo que nos hizo sentir parte del mismo.
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