“Travel is the only thing you buy that makes you richer”
Por Diana Ledesma Ovando / @dianmorgendorfr
Los que leyeron Planeando mi primer viaje por Europa saben que mi primer destino en el viejo continente fue Londres. Verla desde el avión fue como ver al chico que te gusta: mis piernas temblaban, el corazón latía muy fuerte, sentía cosquillas en el estómago y seguramente mis ojos estaban más dilatados que si hubiera tomado alguna droga.
Después de pasar por migración y recoger el equipaje, tomamos el metro desde el aeropuerto de Heathrow hasta la estación Victoria. Aquí tuve mi primer choque cultural ya que durante el trayecto pude observar que los londinenses son muy diferentes a los mexicanos: son educados, cada uno viaja sin fijarse en los demás, como si estuvieran ensimismados; parecen tener prohibido el contacto visual ya que nadie te mira a los ojos, en algún lugar leí sobre ese comportamiento pero lo comprobé hasta ese día. Algo que me gustó es que son compartidos: cuando terminan de leer el periódico, lo dejan en el metro para que otro pueda leerlo.
Moverse en Londres es muy fácil ya que hay mapas por toda la ciudad y son extremadamente fáciles de leer; además en muchos puntos de la ciudad hay internet gratuito. Para utilizar el transporte público existe la Oyster card, una tarjeta que permite utilizar todos los transportes, cobra dependiendo de la distancia y tiene un costo de 5 libras, más el saldo que se le abone. Hay que pasarla por los lectores al principio y al final de cada viaje. Cuando ya no se va a utilizar, se devuelve en las taquillas y te regresan el precio de la tarjeta.
Una vez afuera de la estación Victoria al fin pude ver las calles de Londres, justo como las imaginaba: construcciones en hermosos tonos color ladrillo y automóviles pasando en la dirección contraria a la que estaba acostumbrada. ¡Todo era perfecto! Sin embargo, aún no podía creer que estaba ahí.
Caminamos hasta el Easy Hotel, un hotel conocido por sus precios bajos, donde pagas lo que utilizas. Ya instalados, decidimos dar un recorrido por la zona. Yo quería llorar de la emoción: la ciudad se mostraba tan puntual, tan fría, tan lluviosa: tan inglesa.
El primer lugar que visitamos fue la Torre de Londres. Antes de entrar decidimos probar los famosos fish and chips. Nada extraordinario. También compramos un convertidor de corriente, ya que los enchufes son diferente al del resto de Europa. En la tienda conocimos a una chica de Valencia, con quien pudimos platicar en español y nos contó que tiene un hermano que trabaja en Cancún. ¡México está en todos lados! Además, por comprar en esa tienda, pudimos adquirir las entradas a un precio más barato. La Torre de Londres es una fortaleza que resguarda parte importante de la historia de Inglaterra, la vida del rey Enrique VIII y las hermosas joyas de la corona.
Al salir de ahí caminamos por el Tower Bridge, el puente más hermoso que he visto. Desde el Tower Bridge pude observar el cetro financiero de Londres, un grupo de construcciones modernas que contrastan con la arquitectura de la torre. El Tower Bridge parece unir dos mundos diferentes de manera excepcional.
Por la noche fuimos a pasar el tiempo en Picadilly. Al salir del metro y encontrarme justo en ese lugar fue como si todo tomara sentido; al fin sentí y entendí que estaba en la ciudad que tanto añoraba, había visto esas pantallas tantas veces, al inicio de la serie Sherlock, sin imaginarme que algún día estaría frente a ellas. Es una zona para recorrer caminando, se conecta con Soho y Chinatown, donde se encuentran artistas callejeros, cines y teatros que muestran un poco de la vida nocturna de la ciudad. Ahí un grupo de chicos se nos acercaron para preguntarnos dónde podían comprar fish and chips. Nunca olvidaré la cara de alivio que puso una de las chicas cuando me escuchó responder en español, ya que ellos también eran mexicanos.
Ese día decidimos tomar una cerveza en un pub, donde se debe ordenar y pagar en la barra para después consumir en las mesas o si sólo vas a tomar una cerveza, puedes beberla en la calle. Buscando algo para cenar descubrimos que Tesco (un tipo Cotsco) rebajan el precio de la comida al 50%, cuando se acerca la medianoche.
Al día siguiente estábamos desde muy temprano en el Palacio de Buckingham, listos para presenciar el cambio de guardia. Es un espectáculo que no dura mucho, pero que tiene bastante público. La policía siempre está vigilando, son muy amables y proyectan verdadera autoridad. Tras haber visto el cambio de guardia, caminamos por St. James Park hasta llegar a la National Gallery. Yo no soy fan de la pintura, pero al entrar a la galería me percaté que la verdad es que no conocía buena pintura hasta ese día. Todos los cuadros son excepcionales y lo mejor de todo es que en Londres todos los museos y galerías son gratis. ¡Sí, gratis!
Aprovechando esto, hicimos una parada al Museo Británico, el cual es hasta hoy mi museo favorito. Es enorme y todas las salas valen la pena, si tuviera que elegir me quedaría con la sala dedicada al antiguo Egipto. El visitar este museo hizo que me quedara perfecto la frase “entre más aprendo, más ignoro”. Hay que llegar temprano porque cierran a las 6, después de esta hora sólo escucharás a los guardias decir: “Time to go home”. A la hora de la salida de las oficinas se puede apreciar a los londinenses trasladarse en bicicleta o corriendo. Hay chicas con ropa de oficina y tenis para correr trotando por la ciudad.
Después del Museo Británico, fuimos a conocer un ícono de la ciudad, el London Eye, una noria o rueda de la fortuna, desde donde se obtiene unas vistas increíbles de Londres. La noria nunca se detiene, así que hay que subir con cuidado, disfrutar de los 20 minutos que tarda en dar una vuelta completa y entender que ocupamos un espacio muy pequeño en este vasto universo. No recomiendo comprar el mapa que te ofrecen con el boleto de entrada, pues es mejor disfrutar el paseo que tratar de identificar todas las cosas que se observan. Lamentablemente ya no tuvimos tiempo para entrar al Parlamento y la Abadía, pero su arquitectura y la hermosa vista al Big Ben es suficiente para enaltecer su belleza.
Camino a nuestro hotel un mimo trató de obtener 5 libras de nosotros, por el simple hecho de habernos abrazado. O sea…. si le tengo pavor a los payasos, por qué habría de darle dinero a un mimo. ¡No caigan! Además con esas 5 libras pueden comprar una deliciosa cerveza.
Nuestro último día comenzó con una visita a la catedral de St. Paul, en sus jardines recordé aquellos capítulos de Mr. Bean comiendo en las bancas de los parques. Ahí pudimos escuchar a un grupo de coristas cantando “The Battle of Jericho”, muy afinados y con muy buen ritmo. Después recorrimos el Museo de Londres, donde conocimos la historia de la ciudad, desde la prehistoria hasta nuestros días. Es un museo interesante, pero creo que después de ver el británico ya no me sorprendió tanto.
Antes de continuar buscamos algo para comer. Llegamos a un restaurante donde descubrimos que en algunos locales hay diferentes precios: uno es para pedir tu comida para llevar y otro para comer en el establecimiento; el segundo es más caro. Así que como Mr. Bean, puedes sentarte a disfrutar de tus alimentos en la comodidad de una banca en el parque. El final del día decidimos pasarlo en Covent Garden, donde hay lugares para comer, hacer compras y disfrutar de artistas callejeros.
Era el momento de tomar el tren que nos llevaría a nuestro siguiente destino: París. Cambiamos las Oyster por las libras que no sobraron (creo que olvidé mencionar que en Inglaterra no aceptan euros, sólo libras) y nos dirigimos a la estación. Todo el camino estuve pensando que esas libras no serían un recuerdo, sino un compromiso para regresar y gastarlas.
Decirle adiós a Londres fue un momento lleno de sentimientos encontrados: por un lado la tristeza de tener que decirle adiós a la ciudad de mis sueños; por otro, la emoción de descubrir nuevos lugares y vivir más aventuras y por un tercer lado el deseo de quedarme y conocer todas las maravillas que me faltaron.
El caminó continuó y con un horizonte parisino no pude decirle adiós a Londres, sino un hasta pronto.
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