A unos cuántos kilómetros de la ciudad de Roma se ubica la zona arqueológica de Ostia Antica, las ruinas de lo que fue una de las ciudades portuarias mejor conservadas del imperio romano y uno de los pocos lugares del mundo que permiten imaginar cómo era la vida cotidiana de los ciudadanos romanos.
Llegar a la zona arqueológica de Ostia Antica desde el centro de Roma es muy sencillo. La forma más fácil de hacerlo es en transporte público, a través de un sencillo transbordo de la red metropolitana del metro en la estación Pirámide. A partir de ahí se debe tomar el tren suburbano Roma Lido en dirección al balneario de Ostia, -que es la playa pública más cercana a Roma- y bajarse en la estación Ostia Antica.
Una vez fuera de la estación se debe caminar en dirección al Castelo de Giulio II, o Rocca di Ostia, un soberbio castillo medieval del siglo XV que se puede ubicar fácilmente apenas se sale del metro y que representa una extraordinaria referencia, ya que a unos metros se encuentra la entrada a la zona arqueológica.
La entrada cuesta 8 euros para visitantes internacionales y 3.5 para residentes de la unión europea. En la taquilla del lugar se puede contratar un guía o conseguir un mapa con alguno de los dependientes, todos ellos hablan inglés perfectamente y te pueden dar las indicaciones que necesites.
Es importante mencionar que debido a la cercanía del mar Tirreno y el río Tiber, el clima en Ostia Antica es especialmente húmedo en verano y con bastante vegetación. No está de más viajar con sombrero, calzado cómodo, sombrero y bloqueador solar o repelente de insectos.
Debido a su espléndida ubicación, la ciudad funcionaba como puerta de entrada a los barcos que llegaban cargados de mercancías, granos y suministros provenientes de las colonias en la península ibérica y que luego eran llevados por el río Tiber para satisfacer las necesidades de los miles de habitantes de Roma.
Aunque se puede recorrer perfectamente en un día, la zona arqueológica de Ostia Antica es enorme. A principios del siglo II, Roma Antica llegó a tener 75,000 habitantes y un soberbio teatro con capacidad para 2,600 espectadores. De aquel esplendor, que duró casi 700 años hasta su abandono en siglo VII quedan importantes vestigios que han sobrevivido a numerosos saqueos.
Como muchas grandes civilizaciones, la ciudad se dividía por clases sociales y estratos económicos. Los sitios más humildes eran los destinados para los esclavos y los marineros que trabajaban en los barcos. Generalmente tabernas y prostíbulos, mientras que las termas, los teatros y los templos eran reservados para los nobles y los mercaderes romanos.
En la zona arqueológica se pueden apreciar distintos modos de vida. Desde los muy humildes en las caballerizas, las herrerías, las tavernas y los locales donde se comerciaba con pescados y algunas otras mercancías básicas, hasta los espacios reservados para los nobles, como los teatros al aire libre, los gimnasios y los múltiples baños públicos, ya que como es bien conocido, el baño diario es una costumbre que heredamos de la cultura romana.
En Ostia Antica abundan las famosas termas romanas. Una especie de albercas públicas y saunas en los que los ciudadanos romanos podían darse largos baños de agua caliente y fría. Es sorprendente conocer cómo los romanos usaban aceites que luego retiraban de su cuerpo con una especie de herramientas llamadas strygil con las que exfoliaban sus cuerpos. Aunque ya se conocía en Egipto, el uso del jabón en Roma no era muy socorrido.
Los romanos eran aficionados a decorar sus casas y sus espacios públicos. Uno de los vestigios que nos deja ver más claramente cómo era su vida en el imperio son los múltiples mosaicos que han sobrevivido a lo largo de los tiempos. Estos complejos pisos ensamblados con inumerables piezas de marmol negro y blanco, muy similares a los mosaicos que usamos en las casas modernas, contenían representaciones de epopeyas clásicas, escenas mitológicas y en muchos casos, escenas alusivas a las actividades que se realizaban en el lugar donde eran colocados.
Existen mosaicos en los que facilmente se pueden identificar gimnasios donde se enseñaba la práctica del pancracio y el boxeo. Sorprende darse cuenta que los orígenes del boxeo actual eran todavía más salvajes, ya que en lugar de guantes se usaban tiras de cuero y piezas de metal para proteger las manos, por lo que las batallas concluían hasta que uno de los peleadores terminaba en el suelo.
Algunos otros mosaicos relatan escenas mitológicas y de grandes batallas, pero hay otros menos recatados en los que se representaban claramente servicios sexuales, tanto heterosexuales como homosexuales. Casas de descanso, tiendas de mercancias, almacenes, caballerizas, cementerios y vestigios de un complejo sistema de drenaje son sólo algunas de las maravillas que Ostia Antica ofrece al viajero.
Vale la pena mencionar que la zona arqueológica cuenta con baños públicos y un muy decente restáurant donde se puede descansar tras concluir la visita.
Al salir de la zona arqueológica decidí seguir la línea del metro hasta la estación de Ostia Centro, la más cercana a las playas públicas de Ostia. Debo decir que los edificios y las calles que están cerca de la estación me dieron la impresión de un barrio un tanto peligroso, de clase media baja en el que constantemente se encuentran calles grafiteadas y camionetas con música árabe a todo volumen.
Seguí las indicaciones de Google Maps y tras pasar por un parque y un par de gelaterías llegué a la playa pública. Una vez ahí, no pude resistir darme un chapuzón en las frescas aguas del mediterráneo, pese a que en mi morral se encontraba mi pasaporte y mi cartera, afortunadamente, no había mucha gente caminando alrededor. A mi parecer, las olas de Ostia son muy calmadas y no tan frías como podría esperarse de una playa europea, eso sí, la arena es muy parecida a la que tenemos en Veracruz.
A lo lejos pude ver a algunos jóvenes practicando windsurf, los cuerpos ejercitados y perfectamente bronceados me hicieron recordar el culto que se le da al cuerpo en Italia desde los tiempos romanos.
Vale mucho la pena conocer Ostia Antica por la gran cantidad de reminicencias de la vida diaria de los habitantes del imperio romano. Aunque gran parte del esplendor de Roma se consiguió a costa de sangre y grandes sufrimientos, este rincón de la historia nos deja ver cómo era la vida de la población que a diario trabajaba arduamente en profesiones menos bélicas, algunas de ellas, se mantienen hasta nuestros días.
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