“I’ve seen the lights go out on Broadway,
I’ve watched the mighty skyline fall…”
-Billy Joel, “Miami 2017 (I’ve Seen the Lights Go out on Broadway)”
Por: Helena Torres / @ladystardust21
En esta canción, Billy Joel habla de un futuro distópico para la capital del mundo, para la ciudad que nunca duerme. Y es que, después de que Frank Sinatra la bautizó así, es difícil pensar en ver a Nueva York apagado algún día. Sin embargo, lo que Joel pinta como una especie de escenario apocalíptico sucedió en noviembre del 2012, cuando el huracán Sandy.
Como nativa de la ciudad de México, me pasa que los huracanes les pegan a las costas, no a mi casa. Entonces, cuando dieron el aviso del huracán Sandy, yo, quien llevaba pocos días en Nueva York, veía imposible que el fenómeno natural pudiera hacerle mella a una de las ciudades más importantes del mundo, a una sobreviviente de tantas catástrofes. ¿Qué podían afectarme dos días sin electricidad? Podía sobrevivir a base de panqué, agua y Cheetos.
Obviamente, la regué. Puedo escuchar a toda la gente que ha experimentado un fenómeno así reírse de mi falla. Fueron cuatro días en los cuales no hubo comida, agua, electricidad ni calefacción. Mi madre, quien había decidido aprovechar mi estancia en Nueva York para turistear unos días por la Gran Manzana, tuvo la mala suerte de quedarse varada, pues su avión salía un día después de que la ciudad fue declarada zona de desastre. Como estábamos en residencia de huéspedes, no en hotel, no había manera de lavar la ropa. La mayoría de las tiendas se encontraban cerradas.
Afortunadamente, a la altura del Madison Square Garden había electricidad. Eran días de caminar (no había metro) desde la 20 hasta la 34 para encontrar dónde comer y para poder conectar los celulares, ya que las cercanías del Midtown eran la única zona donde había señal telefónica. El lavabo de un Dunkin’ Donuts tenía la bendición del agua caliente y servía para darse una lavada de cara. Los Starbucks estaban a reventar de gente que buscaba bebidas, comida y además un lugar para conectar sus aparatos, con multicontactos que la cafetería proveía amablemente. Fueron días de vivir en el segundo piso de un 7-Eleven cerca de Broadway y de trabar amistad con las inquilinas. Días de vivir envuelta en la mayor cantidad de ropa posible, de dormir con chamarra y guantes.
Admito que eso fue a partir del segundo día. El primer día fue de perplejidad absoluta al ver la ciudad apagada. Fue un día de comer Cheetos y panqué y casi casi llorar cuando un par de argentinas nos ofrecieron un sándwich de pollo. Así pasaron cinco días y así aprendí a respetar a los huracanes.
Aquí algunos tips para los turistas despistados como yo.
• Tan pronto den aviso de que va a haber un huracán, avísenle a sus seres queridos. De lo contrario, puede que se queden incomunicados durante un largo tiempo.
• Seguramente, tu estancia en cualquier hospedaje se tendrá que prolongar. Probablemente los hoteles tomen medidas para sus huéspedes, pero en un hostal o residencia habrá que ponerse de acuerdo con los dueños. (Las monjas que manejaban esta residencia fueron un ejemplo de ayuda incomparable, al dejarle a mi mamá su estancia extra gratis y proveernos con lo más que podían).
• Compra toda la comida y agua que puedas.
• Si estás a punto de partir y avisan del huracán, compra varias mudas de ropa. Sobre todo si estás en un lugar frío como Nueva York, llénate de ropa caliente y olvídate del shopping de moda.
• Otras cosas que pueden ser importantes son linternas, pilas y gel para las manos o toallitas húmedas. Las linternas porque obviamente no habrá electricidad en la calle, las pilas para poder recargarlas y los enseres de limpieza porque puede que no te bañes en varios días. Nimodo, glamour.
• Intenta no salir a la calle si está muy oscuro, ya que los carteristas andan a la orden del día para arrebatarte lo que sea (principalmente los celulares, porque fungen como lamparita).
He de admitir que yo desobedecí esa última recomendación y salí a ver Nueva York envuelta en perfecta oscuridad. Será la metrópoli más importante del mundo, pero la Madra Naturaleza tuvo la última palabra y la mandó a dormir. I’ve seen the lights go out on Broadway.
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