Texto y fotos: Azu Baeza
Necesitaba huir un rato de lo cotidiano, necesitaba un lugar alejado, imponente, inesperado, necesitaba el sur. Así que tomé mis cosas, mis cámaras y …
1.- La huida
Estoy acostumbrada a andar sola, a viajar sola, pero este era un viaje especial; era la primera vez que salía del país, y no había elegido un destino cercano, me dirigía a La Patagonia.
El primer destino, Santiago de Chile, era el que me representaba menos problemas, ya que tengo una amiga allá que me facilitó la estancia. Como buena citadina, decidí llegar al lugar donde me quedé esa noche en metro. La primer impresión que tuve fue “El transporte está muy caro”!!! (bueno, en general el sur es caro), pero el metro es muy eficaz y te conecta con los puntos principales de Santiago.
Ya me había quedado en hostales en México, así que para completar esta experiencia de primera vez, decidí quedarme en casa de dos artistas, muy cerca del centro de Santiago; esta opción de alojamiento la encontré en Airbnb y fue bastante cómodo, ya que tenía mi propia habitación.
Después de descansar un poco, salí con mi amiga hacia uno de los barrios populares de la capital chilena, muy parecido a la roma-condesa. El recorrido este día fue rápido, ya que regresaría 9 días después; era tiempo de emprender la verdadera aventura.
2.- Buscando al viento
Muy temprano, emprendí el vuelo a Punta Arenas. En un principio, tenía pensado hacer este recorrido por tierra, pero más de 30 horas de viaje parecían una locura para los pocos días que estaría en la región, spero si tienen tiempo y les gusta debrayar viendo los paisajes en carretera, quizá les guste esta idea.
Del calor extremo de Santiago llegué al fuerte viento de la región magallánica chilena, donde emprendería un corto viaje de dos horas a Puerto Natales.
En el camino me di cuenta que los árboles siempre apuntaban hacia una dirección, el viento los había hecho tomar una hermosa forma: despeinaos.
Al llegar a Puerto Natales, una lluvia, como le diríamos acá, chinga-quedito y un fuerte viento recibió a su servidora (a, pero querías frío, ¿no?) Caminé hacia mi hostal, perdida entre ese bonito lugar que parecía haber sido sacado de alguna historia fantástica: casas de madera coloridas, cielo hermosamente nublado… era como una maqueta donde te daban ganas de jugar.
Llegué al hostal, la gran mayoría de los huéspedes se preparaban para hacer alguna caminata o actividad en Torres de Paine, yo, me preparaba para conocer el hielo.
3.- La maravilla del hielo
Era un día de esos que tanto ansiaba ver: neblina, llovizna y frío; sin embargo, estas condiciones climáticas suelen poner en riesgo los recorridos que se llevan a cabo por mar; afortunadamente, el clima cedió ese día y pudimos llevar a cabo la navegación.
Ver amanecer en medio de esa densa neblina, salir de la embarcación y sentir que el aire te va a llevar con él; contemplar los hermosos paisajes que nos ofrece el océano, todo para llegar a uno de los puntos principales del viaje: ver hielo.
Los glaciares Balmaceda y Serrano se encuentran en el Parque Nacional Bernardo O”Higgins, para llegar a ellos hay que caminar un poco, pero vale totalmente la pena.
Al final del recorrido, ¡te sirven whiskey con hielo del glaciar! y no crean que no es cierto, efectivamente uno de los guías toma un pedazo de hielo y lo lleva a la embarcación. Este tour además incluía una rica comida en una de las estancias que rodean la zona: cordero y vino, el sabor del sur.
En Puerto Natales pueden encontrar varias empresas con distintas opciones de actividades, en mi caso, podías apartar el tour directo en el hostal. No soy muy fan de los tours, pero en este caso, valió totalmente la pena.
4.- Las escondidas
Durante toda la madrugada nevó en el camino a Torres de Paine (¡nieve!!!), por lo que el aire frío del deshielo predominaba. El Parque Nacional Torres de Paine está a unas dos horas de Puerto Natales y es una excelente alternativa para practicar el Trekking; también hay tours que los llevan a los puntos principales del parque, esa fue mi alternativa.
Pasamos por distintos puntos del parque. El viento jugaba de nuevo a querer elevarnos del piso y hacernos volar con él. La maravilla de los paisajes magallánicos en toda su extensión: lagunas color esmeralda, las nubes tan cercanas, un arcoíris entre las cascadas, témpanos de hielo flotando hasta llegar a la orilla del lago Grey; todo esto vigilado por las impresionantes Torres de Paine, que ese día, permanecieron detrás de las nubes. Otro atractivo dentro del parque nacional es la cueva del Milodón, un lugar donde antiguamente yacía un animal prehistórico llamado así, milodón.
De las cosas más hermosas: sentir que las nubes están más cerca de la tierra.
Aunque hay opciones para comer dentro del parque, les recomiendo llevar agua y refrigerios, ya que la comida es muy cara (creanme, muy cara)
5.- Cruzando el estrecho
Ahora sí, me dirigía a la ciudad más austral, a tan solo unos kilómetros de la antártida: Ushuaia.
El recorrido inició desde Puerto Natales. Si deciden ir por tierra, como su servidora, no se preocupen, en las mismas centrales de buses encontrarán todas las opciones. Hay líneas que no salen diario, pero hacen conexiones con otras, así que no hay problema para llegar … bueno, quizá uno: el clima.
¿Por qué el clima juega un papel fundamental? Para llegar a Ushuaia hay que cruzar el Estrecho de Magallanes, y el mar no tiene palabra de honor. Cruzas por un ferry que sale aproximadamente cada hora y el recorrido dura unos 20 minutos, claro, esto con un clima favorable. Escuché varias historias, a penas unos días antes se habían tardado en abordar el ferry 6hrs por las condiciones climáticas. Así que el primer consejo es: si van por tierra, vayan con tiempo.
Afortunadamente, el clima fue favorable y el viaje duró el tiempo mínimo: 14 hrs. Cruzamos Tierra de Fuego, paisajes fríos, pero color verde y ocre nos rodeaban. A unas horas de llegar a Ushuaia, es decir, al atravesar los Andes Fueguinos, el paisaje se convirtió en algo parecido a los primeros minutos de El Resplandor. entre nieve y neblina llegué a Ushuaia.
El dato curioso: Decidí salir a cenar esa noche y fui a un pequeño restaurante de comida rápida, donde en las pantallas había futbol. El mesero se disculpó por unos breves segundos de distracción ante la pantalla: “lo siento, es que está jugando mi equipo” sonreí y le dije: Ok, ya estoy en Argentina.
6 – Hacia el fin
Ushuaia en otoño cuenta con dos principales atractivos: las navegaciones por el canal Beagle y el Parque Nacional Tierra de Fuego. El primer día allá decidí tomar la navegación para conocer a unos elegantes amigos: pingüinos. La temporada de pingüinos inicia en septiembre y termina a mediados de marzo, así que a penas y alcancé a ver algunos amigos magallánicos, que se engalanaban con la presencia de sus parientes, los pingüinos emperador.
Para llegar hasta este lugar, hay que pasar por otro símbolo del fin del mundo, el faro Les Éclaireur, y no, no se confundan, no es el faro del fin del mundo, que se encuentra en Cabo de Hornos.
Además, podrán ver leones marinos y cormones, que son unos pájaros muy parecidos a los Pingüinos. Lo mejor de la navegación: saber que estás en uno de los puntos más lejanos del mundo, la aparente tranquilidad del mar.
La navegación sólo te toma la mitad del día, así que me dediqué a dar vueltas, a caminar por toda la costa, a disfrutar de la comida (carne y vino sobre todo) y a contemplar el bello y rojo atardecer, sin importar el fuerte y frío viento… Paz
7.- Hasta aquí llega la ruta 3
Durante mi estancia en la última ciudad argentina tuve la oportunidad de conocer una nueva amiga, que me llevó a recorrer los principales puntos del Parque Nacional Tierra de Fuego.
Me tocó ver el amanecer entre lagos y montañas nevadas, un día bellísimo. Llegamos hasta el fin de la Ruta 3, que es la carretera que recorre casi toda Argentina, partiendo desde Buenos Aires.
Fuimos a visitar también un criadero de perros y el Cerro Castor, que se convierte en invierno en uno de los mejores lugares para practicar skie!!
También visitamos la base de los montes Martial, donde se ubica el glaciar Le Martial.
Por la tarde, de nuevo a vagar por la ciudad y a conocer personas acerca de Argentina y México… Y de fútbol, obviamente. No me podía ir de Argentina sin ir a un bar local, así que en lunes por la noche me encontraba bebiendo Fernet, que es una bebida clásica entre los argentinos, en un bonito y concurrido bar muy cerca del hostal, linda forma de despedir Argentina.
8.- De regreso al viento
El trayecto de regreso a Punta Arenas, Chile fue un poco más complicado, en la noche nevó y la carretera estaba rodeada de barredoras de nieve, la neblina alrededor de nosotros, resguardandonos. Afortunadamente este clima no nos trajo problemas al cruzar el Estrecho y llegamos a Punta Arenas por la tarde-noche.
Los chilenos son muy estrictos con el paso de alimentos y material de origen vegetal, así que si llevan algo de comida, mejor cómanlo antes de llegar a la aduana o avisen que lo llevan, para que no retrasen el viaje.
Estaba ya a mitad de viaje, así que, más holgada en gastos, antes de llegar al hostal, pasé a una tiendita, donde además vendían “comida rápida” chilena. Para ese día pedí choripan con queso (adivinaron, es pan con chorizo y queso) y seguí mi camino en contra del viento, ese bello hostal con vista al caótico mar.
9.- Los pensamientos (¡Qué bonito es un entierro!)
Si son fans de Alejandro Jodorowsky sabrán a qué me refiero. Esta melodía que Fando le canta a Liz acompañó todo mi andar en ese día.
Amaneció lluvioso, y parecía no parar, así que tuve que salir a empaparme para ir a uno de los lugares que deseaba visitar: el cementerio municipal de Punta Arenas. Debo decir que ese clima ayudó a que mi visita fuera mágica. Es considerado como monumento histórico, y en él podemos encontrar tumbas maravillosamente cuidadas de más de un siglo de antigüedad. Sus caminos rodeados de árboles perfectamente podados, un lugar muy especial, sin duda.
Caminando hacia el centro encontré huellas del otoño rodeando todos los caminos, en medio de esa lluvia que no cedía.
Me detuve a comer en una fonda para probar el segundo platillo típico chileno: un completo (osea un hot dog con aguacate).
Tuve que regresar al hostal a poner mi chamarra, mochila y cámara a secar. Por la tarde caminé por toda la costera, entre el frío y la lluvia, solo pensando.
Aprovecho para decir que allá no vi a nadie con paraguas, quizá lo evitan porque el viento los dobla.
10.- Adiós Patagonia
La visita a la Patagonia terminaba, era momento de regresar a la capital chilena, regresar al bullicio y al tráfico, muy parecido al DF.
Antes, en el aeropuerto de Punta Arenas, me encontré con dos tapatíos que había visto antes en el viaje; me comentaron que el día anterior se retrasaron los vuelos, por lo cuál ellos iban a salir con algunas horas de retraso; así que recalco: Vayan con tiempo a la Patagonia.
Por la noche decidí probar la vida nocturna de Santiago y fui a un bar que me recomendaron: Altaroz, ubicado a unas cuadras de la U. de Chile. Un lugar perfecto para escuchar blues, conocer gente interesante y claro, tomar un buen pisco.
Al igual que en el centro de la Ciudad de México, este sector santiagueño alberga en sus calles baile y música. La cultura peruana está muy presente en la capital chilena.
11.- Santiago
Necesitaba reparar mis lentes, así que sin preguntar empecé a caminar sin dirección bajo el fuerte calor de la capital. En mi camino encontré un tianguis de frutas y verduras principalmente (le faltaba el puesto de garnacha, las aguas frescas…) No sé cómo, llegué al centro de la ciudad, extremadamente parecido a alguno de los pasajes y edificios del Df.
Santiago es, arquitectónicamente hablando, una ciudad muy europea. Muy cerca del centro está el Cerro Santa Lucía, un rincón bastante peculiar, donde se encuentra el castillo Hidalgo. Desde la cima (tardan como unos 20 min en subir) podrán tener una excelente vista panorámica de la ciudad; si son del Df les sorprenderá lo contaminada que está Santiago. Aunque es zona sísmica, hay muchos edificios altos.
Después de ese excelente panorámica, caminé hacia un mercado de artesanías en busca de algún personaje de 31 minutos, el que más me gustó y que me traje a casa fue a César.
Por la tarde fui al centro de Santiago (se nota que nos conquistaron los mismos): La catedral con estilo neoclásico, en frente una plaza rodeada de edificios que ahora fungen como locales comerciales.
Junto con mi amiga, emprendimos la búsqueda de otro platillo que me faltaba probar: la sopaipilla.
Encontramos un puesto muy cerca de la zona de bares. Resulta que las sopaipllas son muy económicas y típicas para comer saliendo del bar (sí, como unos buenos tacos). Son como bolitas de harina fritas. La mayoría de puestos de comida callejeros son de peruanos.
12 V&V
Muy cerca de Santiago, a tan solo dos horas están dos de las ciudades más representativas de Chile: Valparaíso y Viña del Mar.
Para llegar hay autobuses que salen desde la terminal Pajaritos, afuera del metro del mismo nombre.Valparaíso es considerada patrimonio cultural, debido a sus casas coloridas sobre montañas; si con esta descripción pensaron en Guanajuato, están en lo correcto, es muy parecida, pero con mar.
Sin duda es un lugar pintoresco, los funiculares son uno de los atractivos más grandes.
Caminé alrededor de cuatro horas por Valparaíso, deteniéndome en sus construcciones, viendo las marcas del tiempo.
No puedes irte de Chile sin probar algún producto de mar, en mi caso no me gustan los mariscos, así que elegí pescado, acompañado de vino tinto.
Para ir a Viña del Mar, puedes tomar un camión o bien el metro, mi opción fue la segunda. Es un trayecto corto, de unos 10 minutos aproximadamente. Me bajé en la estación Viña del Mar y caminé de nuevo, sin rumbo fijo, hasta llegar a la playa. Las calles de Viña son totalmente distintas a Valparaíso, los edificios y hoteles dominan el paisaje. la playa que visité (no supe el nombre) estaba muy tranquila, a excepción del mar, que, no sé si fue por la época del año, pero estaba bravo, tanto que una ola alcanzó a un señor que estaba en su auto en la acera.
Después de caminar unas tres horas, de nuevo sin rumbo fijo, me di cuenta de la hora, había que regresar a Santiago; el problema fue no encontrar la terminal. Decidí entrar a un parque para averiguar qué tan lejos estaba de la terminal y pues resulta que ese parque era la Quinta Vergara.
Ese imponente escenario rodeado de árboles, de vida. Lo mejor es que puedes entrar sin problemas, ver el escenario y sentarte en las gradas, imaginando todo lo que podría pasar en ese lugar, con lo que podías crear en ese lugar.
Al salir me dí cuenta que la terminal de autobuses estaba a solo unas cuadras, valió la pena caminar todo el día.
13.- El regreso
Era tiempo de volver a la realidad. Recorrí por última vez Santiago y encontré el museo GAM, es decir, el Centro Gabriela Mistral. Es un espacio bastante amplio y que ofrece varias alternativas culturales.
Como el tiempo era poco, decidí sólo visitar una de sus exposiciones, dedicada a las artesanías de distintas partes de latinoamérica; un llamado a casa surgió desde el interior de esa expo, al ver las figurillas tan familiares, y, sobre todo, una caja con el mural de la Biblioteca Central y unas botellas de tequila detrás; era tiempo de volver.
Descubrí, que efectivamente, lo que más se extraña de México es la comida; es muy rica la gastronomía Chilena y Argentina, pero para un mexicano siempre le faltará algo (llámese a ese algo tortillas y chile) También me sorprendió (e indignó) que comieran tacos con cubiertos.
El metro en Santiago, a las 10:40 pm ya estaba cerrado!! Así que si van a salir en la noche, lo mejor es que tomen un taxi.
Si van al sur, vayan preparados para el clima tan cambiante, una buena chamarra impermeable y unos tenis cómodos.
El viajar solo siempre representa un reto y sin duda te deja muchas satisfacciones, Te das el tiempo de pensar y de analizar no sólo lo que ves, sino que también reflexionas acerca de tu vida cotidiana.
En Santiago, aprendí que la vida de las ciudades nunca dejará de ser un latir acelerado, un motor que no se puede detener; en la Patagonia, pude sentir la tranquilidad del viento y de ese mar que se puede convertir en cualquier momento en una terrible pero majestuosa fiera.
Que los citadinos nunca seremos tan amables como la gente que no vive tan estresada en las grandes urbes.
Que a pesar de la tormenta parezca acabar con todo, puedes encontrar la calma en medio de ella.
Que en las pláticas de comedor en los hostales puedes conocer a gente maravillosa que te inspirará a seguir conociendo el mundo y hacer que cada viaje valga la pena.
Que para encontrarte, hay que perderte de vez en cuando en una lejana soledad.
2 Comentarios
Muy útiles tus comentarios y los detalles con que describes ese increíble lugar. Estoy a punto de realizar mi primer viaje a la Patagonia, que es algo que he deseado hacer desde hace mucho tiempo y casi no puedo esperar!
Mucha suerte! Estamos seguros que será un gran viaje!